Revisamos los medios de comunicación y nos encontramos invariablemente con el menú cotidiano de conflictos, bloqueos, huelgas de todo tipo y motivo, a lo largo y ancho del país. Con razón o sin ella, la gente protesta y se moviliza en defensa de sus intereses sectoriales y gremiales, de sus aspiraciones, de sus rencillas, de sus frustraciones. En cualquier momento deciden ocupar y bloquear las carreteras, las plazas o las calles y pedir que renuncie alguien, que lo liberen de cumplir normas y procedimientos, o que le permitan trabajar, producir, exportar. Cumplido el procedimiento piden que “baje” el Presidente o al menos cuatro o cinco Ministros para satisfacer inmediatamente sus demandas.
Declara a la Prensa un Dirigente gremial: “Vamos presionar vamos a hacer huelga vamos a bloquear y hasta las ultimas consecuencias, así nos enseño Evo, así lo hacia él, pues en este país el que no presiona no consigue lo que quiere”.
Otros ciudadanos en demanda de sus derechos o necesidades, practican un extraño ritual de sacrificio, de vía crucis, en el que luego de recorrer un escabroso y largo camino para llegar a las alturas, a la ciudad de La Paz donde habita el centralismo, buscando conseguir lo que anhelan en compensación y reconocimiento a su sufrimiento, a su dolor. Un ritual de sacrificio y recompensa.
Ninguno de ellos cree o no le interesa la institucionalidad, quizá no saben de qué se trata, pero lo que si saben es que los procedimientos legales no funcionan. Y poco importa, pues saben que el gobierno no tiene capacidad de respuesta pues esta totalmente abocado a su proyecto de poder cocalero y de estatización de la economía.
Tampoco le interesa a los movilizados, saber que con sus actitudes de hecho están violando los derechos de los demás. Desconocen aquel antiguo axioma popular “Tu derecho concluye donde empiezan los derechos de los demás” y también la doctrina jurídica que establece “el ámbito y límite de tu libertad, es la ley”.
Aunque la Constitución y las leyes nos garantizan a todos los ciudadanos el libre tránsito y el derecho al trabajo; este derecho nos es conculcado cada día.
El costo de la practica bloqueadora y obstructiva, es enorme para el pueblo, para nuestra economía domestica, para la economía general y especialmente para la imagen del país. Todos sabemos que si no hay credibilidad, si no hay seguridad, no hay inversión y si no hay inversión no hay empleo formal y estable.
El costo de la practica bloqueadora y obstructiva, es enorme para el pueblo, para nuestra economía domestica, para la economía general y especialmente para la imagen del país. Todos sabemos que si no hay credibilidad, si no hay seguridad, no hay inversión y si no hay inversión no hay empleo formal y estable.
Históricamente los seres humanos se han agrupado buscando seguridad y orden. En consecuencia el principal rol asignado al Estado es la vigencia del orden público. Sin orden público no hay ni libertad, pero el orden impuesto arbitrariamente es tiranía. Sin orden llegamos a la anarquía, la ley de la selva, donde cada uno impone sus intereses por la fuerza. Ergo, necesitamos Orden Público con Estado de Derecho.
En busca de orden y seguridad las personas pueden hasta pasar por alto la corrupción, el autoritarismo; esto siempre que el gobierno sea capaz de garantizar la seguridad y resolver los requerimientos básicos de alimentación, salud y empleo. Aunque en nuestro país nada de esto esta resuelto, extrañamente una parte de la población soporta estoicamente además de una rampante corrupción y autoritarismo, los perjuicios directos de la ineficiencia gubernamental, la anomia y la nefasta práctica bloqueadora de los grupos sociales.
Sufren por esto los empresarios, los comerciantes, los transportistas cuando su carga perecedera se daña y se pierde o por el costo económico y de credibilidad por incumplimiento en las entregas. Sufren los miles de pasajeros varados que deben cubrir sus gastos de alimentación y otros. Sufren los pobladores de las ciudades aislados e imposibilitados de transportarse para cumplir sus trabajos. Pero extrañamente, la evidente ausencia de gestión gubernamental y de autoridad para evitar estos conflictos, posibilitando el libre transito de bienes y personas, es percibida por una mayoría como si fuera parte del folklore nacional.
Pareciera que la explosión de la economía informal y la aparente bonanza que vivimos por el auge de precios de las materias primas y del circuito económico de la coca, obvia y nubla todos los problemas. Pero es evidente que los problemas existen: una permanente situación de inseguridad, recetas ideológicas y económicas fallidas que entrampan e inviabilizan cada vez mas al país; economía informal aun mas extendida y financiada en gran medida por el circuito de la coca; un régimen cuya tendencia totalitaria se acentúa y que usa el racismo para enfrentar a la población y manejar el poder para sí, no permiten dudarlo.
Pero lo más preocupante es la ausencia de un sentimiento cívico de patria, de país. No existe un proyecto y menos la decisión de construir una Nación boliviana, una visión de futuro compartido que una a todos y nos impulse a trabajar con un objetivo común. Por el contrario mañosamente se los divide en 36 nacionalidades y se enfrentan una regiones contra otras, unas nacionalidades contra otras, unos ciudadanos contra otros. Lo que existe entonces son poblaciones sin proyecto claro, regiones y lideres que no se animan a gobernarse autónomamente.
Ante la ausencia de institucionalidad y ambiente para la producción licita, los que dan la pelea agresivamente por sus intereses puntuales son los gremios, los sindicatos que buscan sobrevivir en el corto plazo y en la coyuntura de una economía informal sustentada en la coca y su cadena productiva, inmersos todos en la anomia.
Lo que se percibe es que los bolivianos tenemos un Estado inconcluso y tenemos la esperanza que en espera de encontrar una visión, un fundamento, una amalgama que una a la mayoría y le de un rumbo y un sentimiento de pertenencia, que permita edificar el Estado Nacional y la Nueva República de Bolivia.
Todos sabemos que el actual no es un gobierno nacional, un gobierno para los bolivianos, es el gobierno de movimientos sectoriales encumbrados en el poder y que defiende únicamente los intereses de esas fracciones. Es por demás evidente el compromiso gubernamental con los cocaleros y movimientos sociales involucrados a la cadena coca, toma de tierras para la coca, narcotráfico y contrabando.
Pero ahora el gobierno del cocalero bloqueador se esta tragando su propia medicina y no tiene autoridad moral para oponerse a su engendro, la huelga y el bloqueo; la receta del Presidente de las Seis Federaciones de cocaleros para hacerse del poder. Al momento, la mala semilla sembrada por el “Señor de los Bloqueos”, se ha extendido como cizaña y no hay quien ni como la pare.
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